"UN SEVILLA F.C. ROTO QUE GANA SIN ALMA"
Tres puntos que no tapan la herida (1-0 ante Las Palmas) el Sevilla Fútbol Club logró vencer a Las Palmas en el Sánchez-Pizjuán por la mínima, pero ni el gol ni los tres puntos pueden maquillar una realidad cruda: este equipo, este club, está roto, la afición salió aliviada, sí, pero con el corazón hecho trizas, la permanencia se roza con los dedos, pero la ilusión, la identidad y el respeto por el escudo llevan tiempo perdidos.
Caparrós, en su enésima misión imposible, volvió a tirar de lo que tiene —que es más bien poco— para sacar adelante un partido a vida o muerte, en la grada, los dos bandos de la guerra directiva aparecieron, como si nada pasara, mientras la afición tragaba saliva y apretaba los dientes con cada balón dividido, el once fue una mezcla de juventud forzada y veteranía desconectada, Nyland en portería, con Carmona, Badé, Kike Salas y Pedrosa en defensa.
En el centro del campo, músculo y poco más, Suso uno de los pocos capitanes que sigue dando la cara, trató de tirar del carro con Juanlu cargando por la banda, pero las jugadas se morían antes de crear verdadero peligro, el Sevilla quiso, empujado por la grada, pero fue más por orgullo que por juego, Lokonga, voluntarioso, lo intentó desde fuera. Carmona también tuvo la suya.
Pero fue todo a trompicones, sin orden, sin alma, cuando el equipo se echó atrás y Las Palmas empezó a morder, el miedo al abismo se hizo presente el descanso llegó con el susto en el cuerpo y el grito habitual: "¡Directiva dimisión!"
Tras la pausa, llegó el milagro.
Una falta mal defendida por los canarios, un balón peinado y el cabezazo de García Pascual —sí, el chaval del equipo C, fichado de la universidad americana— puso el 1-0, y con eso, Nervión estalló no de alegría sino de rabia contenida, el resto fue sufrir, balones colgados, miedo, pérdidas, tensión.
El árbitro anuló el empate por falta al portero, pero el fantasma del empate sobrevoló cada jugada. hasta el final, Carmona reventado, tangana, amarillas, y el equipo pidiendo la hora como si se jugase una final de Champions. Lo que se jugaba, en realidad, era no bajar, el pitido final no trajo euforia trajo lágrimas, frustración y una reflexión amarga: así no se puede seguir, el Sevilla ha tocado fondo y sólo queda mirar al palco y exigir explicaciones.El club está a la deriva, sin proyecto, sin dirección, y salvado —con suerte— por un gol de un chaval que ni estaba en los planes hace un mes. La salvación, si se confirma, no debe tapar lo evidente: hay que resetear el Sevilla. Por el escudo, por la historia y por una afición que sigue llenando Nervión aunque le rompan el alma jornada tras jornada.
Maldini @Maldini__80
No hay comentarios:
Publicar un comentario